EL AÑO SIN VERANO DE GRAN BRETAÑA: Un escalofriante recordatorio del pasado.

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La primavera del Reino Unido en 2024 ha sido un completo fracaso, con lluvias constantes y temperaturas congelantes. Ha sido tan malo que la gente todavía tiene que usar la calefacción en abril. Sin embargo, por miserable que pueda ser, podría ser peor. En 1816, los británicos no tuvieron primavera ni verano en absoluto, y tuvieron un volcán al otro lado del mundo al que culpar por ello.

El 10 de abril de 1815, el Monte Tambora, ubicado en la isla de Sumbawa en Indonesia, entró en erupción con una fuerza sin precedentes. Esta erupción fue la más grande en la memoria viva, con un índice de explosividad volcánica de siete. La erupción fue catastrófica, con una enorme columna de ceniza disparándose hacia el cielo y lava fluyendo durante horas. Flujos piroclásticos también descendieron por la montaña, arrasando pueblos enteros y desencadenando tsunamis devastadores al llegar al mar.

Las consecuencias de este asalto geológico fueron inimaginables. Más de 70,000 personas perdieron la vida, convirtiéndolo en la erupción volcánica más mortal de la historia. Lo que lo hizo aún más impactante fue la cantidad de azufre expulsado a la atmósfera. Tambora liberó 60 megatones de azufre, que se mezcló con vapor de agua para formar aerosoles de sulfato en la estratosfera. Estos aerosoles tuvieron el efecto opuesto de atrapar calor, en lugar de reflejar la luz solar y evitar que llegara a la superficie.

Entonces, si bien la primavera del Reino Unido en 2024 puede ser decepcionante, no se compara con el año sin verano que los británicos experimentaron en 1816. La erupción del Monte Tambora tuvo consecuencias globales, causando una caída significativa en las temperaturas y afectando los patrones climáticos en todo el mundo.

VERANO DE 1816: EL AÑO SIN VERANO

En un giro impactante de los acontecimientos, el verano de 1816 fue completamente robado por un fenómeno misterioso. Un año después de la erupción de Krakatau en Indonesia, partículas se habían extendido por todo el mundo, causando caos. Los efectos se sintieron lejos y cerca, incluso en los Estados Unidos donde hubo fuertes nevadas en junio. Sorprendentemente, las acumulaciones de nieve alcanzaron unas impresionantes 20 pulgadas, dejando el Noreste cubierto por un manto blanco.

La Sociedad Histórica de Nueva Inglaterra informó de un suceso extraño durante esta nevada sin precedentes. Pájaros congelados caían muertos del cielo, mientras que ovejas, ya esquiladas, sucumbían a la exposición. Los granjeros intentaban desesperadamente atarles de nuevo sus lanas, pero todo fue en vano. Como si las cosas no pudieran empeorar, las heladas periódicas destruyeron muchos cultivos durante el verano. Los tiempos desesperados requerían medidas desesperadas, y la gente recurrió a comer mapaches, palomas e incluso erizos solo para sobrevivir.

La situación era grave no solo en los Estados Unidos, sino también en Europa. Mientras que el verano de 1816 fue amargamente frío, también fue inusualmente húmedo en ciertas áreas. Semanas de lluvia azotaron algunas regiones, mientras que en el centro de España se presenció la rara ocurrencia de nevadas en julio. Mientras tanto, Gran Bretaña experimentó su julio más frío registrado, con nevadas cubriendo todo el país. Para empeorar las cosas, piedras de granizo de dos pulgadas destrozaron ventanas, añadiendo a la miseria.

A medida que la escasez de alimentos se intensificaba, los disturbios y las migraciones se volvieron rampantes. La cosecha fallida durante este tiempo es a menudo referida como la ‘última gran crisis de subsistencia en el mundo occidental’. La desnutrición se convirtió en una preocupación importante, lo que llevó a una devastadora epidemia de tifus que barrió partes de Europa, incluyendo Irlanda y Escocia.

La población afectada no tenía idea de que la causa de su miseria se encontraba a medio mundo de distancia. Incluso hoy en día, los científicos siguen investigando la conexión entre la erupción volcánica y los cambios subsiguientes en el clima global. Este evento histórico sirve como un recordatorio contundente de los efectos de largo alcance de la explosión de un supervolcán. Desencadena una reacción en cadena de consecuencias no deseadas que pueden abarcar todo el mundo y perdurar a través del tiempo.

Sin embargo, en medio del clima sombrío, hubo un rayo de esperanza. Mary Shelley, confinada en interiores debido a las condiciones abismales, encontró inspiración y escribió la icónica novela Frankenstein mientras viajaba por Suiza. Su creación, el infame monstruo, ha sobrevivido a los efectos catastróficos de la erupción, dejando un impacto duradero en la literatura y la cultura popular.